El mejor guionista de Hollywood no podría haber escrito mejor historia de redención que la vivida en el Calderón. Un comienzo con mucha fuerza que se diluye por la falta de acierto. Un error gravísimo que facilita el castigo por un viejo conocido. Momentos de tensión con la espada de Damocles sobre el cuello del equipo. La transformación de villano a héroe de 3 canteranos, y victoria final.
Una primera parte horrenda nos hacía presagiar que estaríamos ante otro de esos partidos que al Atleti se le atraganta por momentos y en los que le cuesta hacer gol un mundo. Y para colmo al comenzar la segunda mitad, Saúl en un intento de control/pase lleno de falta de concentración dejaba a placer el balón a Enrich para que Keko en su vuelta al Calderón ajusticiase a su antiguo equipo. Pintaban bastos en ese momento pero el Karma tenía reservado un final a la medida de la historia rojiblanca. Como invitado inesperado apareció el laboratorio del Cholo. El Atleti recuperó su pegada a balón parado y en dos córners remontó el partido. El arma letal del Cholo volvía a escena para reanimar a un equipo que tiró de orgullo para conseguir los tres puntos. Saúl al hacer el segundo gol se redimió de su fallo. El Calderón, en comunión con su equipo, le ovacionó con el corazón.
En esas apareció en escena el primer Torres, Óliver. El extremeño cuajó unos grandes minutos. Podrá estar contento, cumplió con lo que le pide su entrenador, calidad y mucha en su tiempo sobre el verde. Cada vez que agarraba el balón lo llevaba cosido a la bota ante la desesperación del conjunto vasco, que cada vez que lo acorralaban tenía un regate o un pase con el que se salía con la suya. Movió al equipo como quiso, el cambio de dibujo con su entrada fue determinante para que por fin brillara. Cogió el timón del equipo y lo llevó a una zona de tranquilidad y comodidad en la que bien pudo hacer el Atleti el tercero de la tarde. Pero esa historia ya estaba escrita…
Apareció el «otro» Torres, Fernando, el Niño, el del gol de Viena, el del gol frente al Albacete, para hacer su gol 100 con la elástica rojiblanca. Reapareció tras esa lesión que le alejó en el último mes de los terrenos de juego y apareció en su mejor versión. Incisivo, con ganas, y por fin acertado de cara al gol. 99 después de aquel en el Carlos Belmonte, y tras una vuelta entera sin marcar, se desquitó. El Cholo gritó al cielo y el Calderón atronó Madrid al grito de sus ídolos: Fernando y Diego Pablo.
Los tres puntos se quedaron en la ribera del Manzanares y las únicas lágrimas que Mendilíbar pudo ver de los rojiblancos fueron las que surgieron cuando Torres entregó su camiseta al hombre que nos regaló a esta leyenda: Briñas. Gracias don Manuel.