Es cierto que tendría que haber llegado mucho antes después de cómo se puso el grupo después de las tres primeras jornadas. Es cierto que el Lokomotiv no es el Milan de los 90. Como es cierto que tendría que haberse dado una rocambolesca y funesta serie de acontecimientos para que el Atleti se hubiera quedado fuera de los octavos de final de la Champions. Aun así, después de los resultados de las últimas semanas y de las dificultades del equipo de cara a portería se hizo lo que había que hacer en el momento que más había que hacerlo: ganar. Y se ganó poniendo en práctica lo visto últimamente y que por culpa de esa falta de gol se venía abajo como un castillo de naipes. El equipo se puso el traje de intensidad que tan bien le sienta y ahondó en esa mejora en la circulación de balón en la que lleva insistiendo ya varios partidos. El resultado fue un penalti a favor en el minuto 1, que Trippier falló y otro penalti, aún más absurdo que el primero, que Joao Félix no desaprovechó esta vez. Se rompía una racha de 3 partidos consecutivos sin perforar el arco rival y se allanaba todavía más el camino hacia la siguiente ronda de la Champions.
Lejos de conformarse con el 1-0, los del Cholo siguieron insistiendo en la misma idea buscando sentenciar cuanto antes y evitar cualquier posibilidad de susto que los rusos se aventuraran a emprender. Pronto dejaron claro que no les daba para mucho más, pero cosas mucho más raras se han visto antes. Pudo llegar el 2-0 en una gran jugada culminada por Morata, pero que el VAR dictaminó en fuera de juego. Finalmente, llegaría nada más comenzar la segunda parte cuando un cada vez más imperial Felipe rematara una asistencia de Koke a la salida de un córner. Ahí terminó de concretarse lo que debe ser un punto de inflexión de cara a los próximos partidos antes del parón navideño, sin olvidar las carencias que aún existen a la hora del remate y del último pase.
Son varios los apuntes que avivan el optimismo. El primero y fundamental es que, a pesar de los malos resultados, el lenguaje corporal del equipo inspira unidad entre ellos y fe en una idea que no han abandonado en ningún momento, cuando posiblemente lo más fácil sería haberlo hecho, teniendo en cuenta además los estímulos interesados que constantemente vienen del exterior. Las celebraciones y los gestos de unos y otros muestran una complicidad fundamental a la hora de superar este mal momento. Si se consigue encadenar varias victorias y solucionar medianamente las carencias propias de una plantilla en construcción, sin duda esa complicidad y ese cierre de filas en torno a una idea van a multiplicar la autoconfianza y el grupo se va a fortalecer exponencialmente.
La principal diferencia entre ese grupo que se encontró Simeone hace 8 años y este grupo nuevo de ahora es que el nivel de exigencia no es el mismo ahora que entonces. El fútbol no tiene memoria ni paciencia, especialmente cuando ganas, porque se te va a pedir seguir ganando al mismo ritmo, y cuando no lo haces vienen los histerismos, las prisas, las impaciencias y los agobios. Desde fuera y desde dentro, que es aún peor.
Veremos si esta victoria sirve finalmente como ansiado punto de inflexión. En cualquier caso, que los impacientes se queden con un datos, el Atleti se vuelve a clasificar para los octavos de final de la Champions League. Por sexta vez en 7 años. Antes de esos 7 años se ha clasificado 7 veces para la misma ronda. A buen entendedor…