
Foto: Club Atlético de Madrid
Por fin. Parecía que no iba a llegar nunca, pero llegó. El pitido final de Sánchez Martínez en Valladolid certificaba AL Atleti como campeón de su undécima Liga. El alivio y la felicidad inundaban los millones de corazones rojiblancos que tanto habían sufrido estas últimas jornadas, especialmente en el último y eterno tercio de campeonato, en el que tantas veces hemos vivido al borde del alambre, haciendo equilibrios imposibles que parecían abocados a un final trágico y dramático.
Atrás quedaba esa ventaja de hasta 11 puntos allá por el mes de enero. Atrás quedaban los impresionantes 50 puntos de la primera con una sola derrota, cuando parecía imposible que al Atleti se le escapara el título y muchos hacían cálculos matemáticos sobre la jornada en la que se alzaría como campeón. Los mismos que decían que el Atleti no tenía que esconder su favoritismo y que terminar como campeón hubiera sido un fracaso. Los mismos que se olvidan que en el fútbol y con el Atleti no hay matemáticas que existan. Los mismos que estaban esperando con los cuchillos y las armas cargadas contra Simeone, tan pronto como las cosas se empezaran a complicar. Por supuesto, las cosas se complicaron. Se tenían que complicar como siempre se complican en algún momento en una temporada. Máxime en una situación tan extraordinaria como la que estamos viviendo y que tanto se ha cebado con el equipo. El goteo de infectados por COVID durante la temporada llegó a su culmen allá por el mes de febrero, con un brote que dejó diezmada la plantilla, que a partir de entonces empezó a bajar en su rendimiento y a encadenar varios resultados negativos.
Los últimos 10 partidos han sido un ejercicio de resistencia en el que muchos dieron por muertos a unos tipos que nunca han dejado de sobreponerse a todas las dificultades que parecían insalvables cuando se perdió en San Mamés y en el Pizjuán o se empataba en el Villamarín o en el Camp Nou. Aquel abrazo de Simeone a Correa cuando todo el mundo le quería crucificar marcó el punto de inflexión la trayectoria del equipo en los últimos partidos. Porque el equipo también se abrazó a los goles de Angelito desde entonces. Dos al Eibar, otro a la Real Sociedad y el de Pucela, una obra maestra del cancherismo más argentino, gambeteando en medio metro cuadrado entre un enjambre de piernas rivales antes de acariciar el balón con el puntin (Cholo dixit) y alejarlo cada vez más del alcance de Masip. Un gol que servía para enderezar el rumbo en un partido que había empezado de la peor manera y con las peores sensaciones posibles. Presos del pánico del momento, los rojiblancos jugaron la primera parte con un peso adicional de 10 kilos en las piernas, la boca seca y la mirada perdida. Todo lo que pudo salir mal, salió mal. Koke y Saúl no daban una. Solamente el propio Correa y Felipe parecían sujetar al equipo en ataque y en defensa. Hasta que llegó el intermedio y el asunto se recompuso nada más echar a rodar el balón en la segunda parte. Desde entonces el partido fue lo que tuvo que haber sido. Se ajustó la presión, se juntó el equipo y se recuperó la velocidad de balón. Koke volvió a ser Koke y se echó el equipo a la espalda. Llorente volvía a ser un puñal por la banda y Correa siguió a lo suyo, hasta que su gol imposible significara el empate.
Era cuestión de tiempo que llegara el segundo, y llegó. Un error en la entrega de Guardiola, acabó con el balón en Suárez, que echó a correr como alma que lleva el diablo con el balón pegado al pie y con el gol entre ceja y ceja. Todos sabíamos cómo iba a acabar aquello y acabó con el balón en la portería, culminando magistralmente el mano a mano ante Masip. Ya estaba hecho. Una vez más se había conseguido el más difícil todavía. Independientemente de lo que pasara en Valdebebas, que a pesar de todo también sabíamos cómo iba a acabar, solamente 20 minutos separaban al Atleti de ser campeón. Faltaban aún algún sobresalto en área propia y alguna ocasión perdida en el área contraria, pero ya nada podía separar al Cholo y sus muchachos de su destino, que era el de salir campeones en la última jornada. Unos muchachos menospreciados en muchas ocasiones. Un equipo del que solamente quedan Koke y Giménez como supervivientes de la Liga de 2014. Un equipo totalmente renovado la temporada pasada y apuntalado con los 21 goles de Luis Suárez, despreciado y humillado en Barcelona y por parte de la prensa cuando fichó allá por septiembre.
Ahora sí, llega el momento de disfrutar lo que somos. Una vez más. Van muchas en estos últimos 10 años. Y no olviden nunca quién ha participado directamente de una manera u otra en las últimas 3 Ligas que se han conseguido. No olviden nunca quién ha conseguido que ya no miremos a nadie con complejo de inferioridad. No olviden nunca de dónde venimos, dónde estamos y quién es el responsable del lugar que ocupamos en este momento. Insisto, disfruten lo que somos. Somos campeones. El Atleti es campeón.