Empecemos por el principio: no sé si nuestra salud podrá aguantar los 4 partidos que quedan para acabar la Liga. El nuevo capítulo de esta eterna serie en la que se está convirtiendo el campeonato volvió a tener de todo. Pasamos de salir al campo con una determinación imposible de mejorar y a los pocos minutos de partido ya había dado tiempo para que Luis Suárez tuviera una ocasión inmejorable, para que se le anulara un gol al propio Suárez gracias a una línea tirada de aquella manera por el VAR y para que un excelente Carrasco asistiera a Llorente para el 0-1. También para que Carrasco recibiera una amarilla por protestar un córner que se le escamoteó por parte del árbitro de turno, Melero López, a pesar de todas las patadas que recibió durante todo el partido, y para que el propio Melero se echara atrás en una mano dentro del área que sí se ha señalado como tal en otras ocasiones a otros equipos.
Ciertamente, la primera parte del Atleti fue casi perfecta. Faltó hacer el 0-2, pero la apuesta de Simeone por Kondogbia, como único centrocampista nato acompañado por Carrasco, Llorente y Lemar, se tradujo en un vendaval constante sobre el área ilicitana que tuvo como única pega el hecho de no poder cerrar el partido por unos motivos o por otros.
La segunda parte fue totalmente distinta. Volvió el bloqueo mental de otras ocasiones y solamente el omnipresente Kondogbia y Carrasco eran los únicos capaces de medio sostener a un equipo atenazado, que cedió totalmente el control del partido a un Elche que no tiró a puerta hasta bien entrada la segunda parte. Las sensaciones no eran buenas y los cambios tampoco aportaron lo que tenían que aportar, especialmente el de Joao Félix, que en ningún momento dio el oxígeno que el equipo pedía con el balón. Estuvo totalmente inédito, más allá de una ocasión fabricada por el incombustible Llorente y desperdiciada por el empeño del portugués en perderse en regates antes de disparar después del primer control. Tampoco Koke ni Saúl supieron recuperar el control del partido. Sin embargo, aún faltaba por padecer el drama que se vaticinaba desde minutos antes. Fue Melero López el principal artífice en que se llevara a cabo. En su particular manera impartir justicia, se inventó una mano de Trippier a pocos metros del costado derecho del área rojiblanca. La jugada subsiguiente acabó en una mano clarísima de Llorente para evitar que el Elche empatara el partido en un remate franco dentro del área pequeña. El sueño parecía desvanecerse definitivamente, pero otra vez el ángel de la guarda que salvó al equipo ante el Alavés en aquella mano imposible de Oblak en otro penalti postrero, decidió esta vez ensanchar el poste derecho de la portería del esloveno para repeler las opciones locales y devolvernos a todos el latido y la respiración que habíamos perdido hacía apenas unos instantes. Los pocos minutos que faltaban ya no deparararon más sobresaltos. Menos mal. Tachábamos otro día del calendario para dejar solamente 4 fechas pendientes, en las que no sé terminaremos de conseguir el objetivo de ganar la Liga, pero que seguro nos arrancarán algún que otro año de vida. Tenemos una semana para recuperarnos del sofocón para seguir creyendo. Bienaventurados los que creen…