Hace tres semanas el Atlético de Madrid empataba en Riazor ante el Deportivo de la Coruña y se colocaba a 9 puntos del Sevilla, tercero, y empatado a puntos con la Real Sociedad, quinto. Pero lo que era peor, las sensaciones no eran buenas, se venía de perder también en casa ante el Barça y había una extraña tendencia a conceder muchas facilidades donde antes éramos granito. En definitiva, todos dábamos palmas con las orejas si conseguíamos acabar cuartos al final de Liga, con el susto de Torres aún en el cuerpo.
A día de hoy, tres semanas después, resulta que estamos a 2 puntos del Sevilla, que sigue tercero, y 7 por delante de Villarreal y Real Sociedad, quinto y sexto, respectivamente. Y, al contrario que entonces, las sensaciones son magníficas. El equipo ha encadenado tres victorias consecutivas en Liga, se encuentra en cuartos de final en la Champions y, donde antes había concesiones y facilidades, ahora vuelve a solidez y se ha encajado solamente un gol en cuatro partidos.
Por el contrario, el Sevilla ha visto desperdiciar 7 puntos de su cómoda ventaja anterior, se ha visto eliminado de la Champions, está experimentando un bache de juego y da la impresión de que su depósito de combustible se encuentra en la reserva.
Hoy el Atleti le ha dado un soberano repaso desde el minuto 1 hasta el 93. Le ha marcado 3 goles y el resultado se ha quedado corto. Nzonzi, Sarabia y Vitolo se vieron claramente superados por Koke, Gabi, Saúl y Carrasco. Impresionante la reciente transformación de este último hacia lo que vimos al final de la temporada pasada y el principio de la presente. Ha recuperado la frescura, el descaro, el desborde y el compromiso en la ayuda defensiva, lo cual es una fantástica noticia a estas alturas del año. Entre los cuatro crearon constantes superioridades numéricas en el medio. Ello, junta con una presión alta, consiguió que el Sevilla no diera más de tres pases seguidos y le costará sangre, sudor y lágrimas pasar del medio campo.
Justo cuando se alivió esa presión y el Sevilla comenzó a tocar el balón, llegó un clásico: el gol de Godín a la salida de una falta sacada por Kike y ante la estupefacción de una defensa de tres centrales, demostrando que no por tener una línea de cinco defensas se va a defender mejor.
La segunda parte se abrió con una jugada de tiralíneas entre Gameiro y Griezmann que éste no acertó a definir. No ocurriría lo mismo poco después en un descomunal lanzamiento de falta directa del 7 a la misma escuadra. Después más de lo mismo. El Sevilla completamente maniatado por el centro del campo rojiblanco y el Atleti siendo un vendaval a la contra con un Filipe Luis desatado que, estando bien como está, juega por él y por otro exactamente igual que él. Tan pronto se empleaba en defensa como estaba conduciendo el contragolpe hasta línea de fondo. Un coloso.
Mención especial también para Juanfran, que tuvo que sustituir a Vrsaljko en la primera jugada del partido e no acusó la pérdida de la titularidad, otorgando incluso la asistencia del tercer gol, con la ayuda de Rico.
Y por fin Torres. Después de escuchar todo tipo de intentos de utilizarlo como arma arrojadiza contra Simeone durante esta semana, Fernando salió enchufadísimo. Eléctrico diría yo. Demostrando que el susto de Riazor ha quedado ya en una batallita que contará a sus nietos. Lo intentó de todas las maneras. Buscó incesantemente las cosquillas de los centrales y tuvo su ocasión en un disparo demasiado centrado tras controlar con el pecho dentro del área.
El partido finalizó con un gol de Correa (el del Sevilla) que ni siquiera sirvió para igualar el average particular y que tampoco evita que su equipo vaya a afrontar los dos últimos meses de competición en un mar de dudas. Todo lo contrario que el Atlético, que da la impresión de estar llegando a su mejor versión de la temporada justo cuando viene lo bueno. El último tercio. El de Luis. Y es que tres semanas a veces dan para mucho.