Un año más, y van cinco consecutivos, el Atlético de Madrid consigue su objetivo natural de acabar entre los tres primeros y acceder por vía directa a la próxima edición de la Champions League. El que sea natural no significa que sea algo sencillo, y más este año en el que la resaca de Milán, la multitud de lesiones padecidas y un gran Sevilla que ha puesto las cosas muy difíciles nos hizo pensar a muchos que quedar cuartos tampoco iba a ser tan malo, teniendo en cuenta lo que Villarreal y Real Sociedad estaban apretando por detrás.
La temporada ha sido sorda, antipática, complicadísima. Se planteaba la posibilidad de que en Milán se hubiera alcanzado techo. Que ya no se pudiera dar más de sí. Simeone lo verbalizó, pero todos nos lo llegamos a plantear en aquella fatídica fecha, incluyendo, por supuesto, a los jugadores. Por eso lo de esta temporada tiene un mérito descomunal, aunque no haya habido finales ni posibilidad de laureles. Eso es lo que únicamente le ha faltado disputar a este equipo este año. Las dos finales que quedan. Copa y Champions. Nada más. A pesar de las dudas, del infortunio constante en forma de lesiones, del desacierto en la contratación del 9, una vez más, del completo fiasco que ha supuesto Gaitán, al Atleti solamente le ha faltado disputar la final de Copa y la de Champions, apeado en semifinales por Barça y Madrid… Se dice pronto, pero se ha de recordar. Como se ha de recordar que antes nos eliminaba el Albacete, con todos mis respetos. Otra vez, todos a una, con una fe inquebrantable, con la unidad por bandera y ante las críticas más feroces e interesadas, este grupo, con su entrenador a la cabeza, se han reinventado a sí mismo y han dado todo lo que tenían y un poco más para volver a luchar de nuevo contra toda la galaxia la temporada que viene, en busca del tesoro más preciado. El único que le falta. Hasta entonces, TAS mediante, queda replantearse la hoja de ruta, rectificar los errores cometidos, rearmarse, ahora sí, con la moral intacta. En una palabra, planificar. Vuelvo a repetir, TAS mediante.
Del partido de ayer, poco hay que decir. Se le notó al equipo la paliza del miércoles y le costó mucho entrar en el partido. Las noticias que llegaban del partido del Sevilla también contribuyeron a que el equipo arrancara con cierta relajación el choque. A destacar que ni Filipe ni Giménez podrán despedir al Calderón sobre el césped, éste último por un error infantil. Finalmente se consiguió empatar gracias al primer gol de Savic con la rojiblanca, gracias (todo hay que decirlo) a una mano previa de Saúl.
Y ahora toca despedir la que ha sido nuestra casa como se merece. Toca llevar los pañuelos y cerrar una etapa gloriosa en nuestras vidas. Una etapa en la que hemos reído, llorado, celebrado y nos hemos emocionado. No quiero ni pensar el momento en el que, escaleras abajo, salga por mi puerta 12 con quien he compartido tantos años en esta casa y diga adiós al Calderón para siempre. Toda una vida de recuerdos grabados en lo más profundo de nuestro corazón quedarán allí, suspendidos en el aire. Y eso no habrá piqueta que lo derribe.