Independientemente de lo que pase este sábado, creo que se puede decir con toda tranquilidad que el Atleti definitivamente ha cogido velocidad de crucero en esta fase final de la temporada. Cinco partidos consecutivos de Liga ganando instalan al equipo en la tercera plaza con tres puntos de ventaja sobre un Sevilla que hoy tiene que visitar el Camp Nou en plena crisis de físico, juego y resultados. Un calvario casi idéntico al que están viviendo los de Eusebio Sacristán. Sensación que, salvo el primer cuarto de hora, se acrecentó durante la pasada noche a orillas del Manzanares.
Como digo, empezó muy bien la Real. Controlando el medio campo e intentando asomarse a las cercanías del área de Oblak, lo que obligó al Atlético a replegar y juntar líneas a la espera de morder a la contra. Así ocurrió a los veinte minutos cuando Griezmann agarró un balón largo lo bajó al suelo y cruzó para que parara Rulli. Hasta que llegó la continuación del segundo gol en Málaga con los mismos protagonistas. Torres y Filipe.
Después un aluvión de ocasiones hasta el descanso. Torres, con dos en una tras una maravillosa espuela de Griezmann habilitando a Carrasco, Filipe por dos veces, confirmando que lo suyo de cara a portería no está siendo casualidad, y el propio Carrasco, que lo intentó siempre y fue un constante dolor de muelas para el rival. El caso es que el choque pudo decidirse ampliamente antes del descanso, pero no fue así. No importó. Este equipo está en modo 2015-2016 y manejó el control del partido a la perfección. Líneas juntas y contras vertiginosas. La Real apenas creó peligro a pesar de no dejar de intentarlo. Le costó un mundo acercarse al área con opciones reales y el Atleti salía a la contra en estampida cada vez que cogía el balón, lo que le valió otras dos ocasiones de Gabi y Correa que inexplicablemente no acabaron en la red. Primero porque la sacó Rulli no sabemos cómo y después porque Correa la echó fuera, también sin saber cómo.
Hasta que apareció Él. Guía espiritual, chamán, dios verdadero, buque insignia, alma. Llámenle como quieran. Corría el minuto 82 cuando Él, que vio que al equipo y a la grada les faltaba aire en un partido en el cual se podía haber goleado y finalmente se llegaba con apreturas, levantó al estadio entero y lo llevó al éxtasis general durante los últimos diez minutos. Para los que lo vivimos allí fue un momento único. Emocionante. Lo que se preveía como un asedio constante de la Real en esos últimos minutos se convirtió en todo lo contrario y se jugaron esos diez minutos en campo de la Real con una grada encendida y constantemente provocada por Él. Simeone en estado puro.
Y el sábado el Bernabéu. En una semana en la que Theo se marcha al Madrid, Oblak al United y Carrasco al Bayern, aparte de estar peleado hasta con el oso y el madroño… en semanas de derbi, la maquinaria periodística al rescate. Bien engrasada. No falla. Pero si Él es mi pastor, nada me falta.