Costó. Vaya sí costó. Otra vez un equipo de Red Bull, como en su día el Leipzig, estuvo a punto de amargar el estreno de la Champions en un Metropolitano que uno no se acostumbra a ver vacío, por más que pase el tiempo.
El Salzburgo puso un ritmo endiablado desde el principio. Presión alta sin balón y directos a la yugular con él. Intensidad, verticalidad, tocar y correr. Ese fue el abc de los austriacos, mientras los locales se convertían en un equipo demasiado largo, que perdía todas las segundas jugadas. Koke y Herrera se veían constantemente superados, sin hablar de Trippier y Lodi, muy flojos un partido más, y ya van demasiados. Con los laterales tan flojos y los mediocentros constantemente superados, todo se encomendaba a los centrales, que fue una de las pocas cosas que respondió, especialmente Savic, multiplicándose una y otra vez.
Afortunadamente, de mediocampo para atrás, el Salzburgo era mucho más flojo. Eso sumado al espacio que había a la espalda de los centrales hizo que mediada la primera parte el Atleti respirara gracias a una chilena imposible de Joao Félix que se estrelló con violencia en el larguero. A partir de ahí vinieron los mejores minutos de los rojiblancos en la primera parte, que sirvieron para que Llorente pusiera el 1-0 y casi sentenciara el partido, si no hubiera fallado el mano a mano de que dispuso. Él y Joao se echaron el equipo a la espalda una vez más. Uno ponía un despliegue físico portentoso y el otro el talento con mayúsculas. A pesar de todo, un despiste infantil de Herrera al sacar el balón jugado desde atrás significaba 1-1 a poco de finalizar la primera parte. Tocaba remar otra vez.
La segunda parte arrancó de la misma manera y una contra visitante que pilló a Trippier no se sabe dónde acababa con el 1-2. De nuevo, el fantasma Red Bull al acecho. Sin embargo, el talento volvió al rescate. Una combinación mágica entre Suárez, Joao y Correa acabó con con el 2-2 del portugués a puerta vacía después de desplumar entre los 3 a toda la defensa. A partir de ahí, vino un correcalles constante que amenazaba con desnivelar la balanza en cualquier momento. La vida en el alambre hasta que Simeone decidió poner a Llorente en el medio por dentro junto con el recién entrado Torreira y a Koke por delante de ambos, descargado de tareas de contención. Desde ese momento, el Atleti empezó a desnivelar el encuentro, hasta que Joao Félix dijo basta, controló un perdido disparo de Lodi a la salida de un córner como si se tratara de una pelota de trapo y armó el disparo a la velocidad de un rayo pegado al palo izquierdo de la portería austriaca. El Atleti ganaba un partido que se había complicado enormemente, por mérito rival, que parecía jugar a una velocidad más y por demérito propio, merced a la baja forma de sus laterales, a las imprecisiones con el balón y a un incomprensible mal posicionamiento defensivo sin balón.
Lo mejor, los 3 puntos, el talento de Joao y Correa y el poderío físico de Llorente, un toro desbocado. De los de verdad, frente a los toros rojos energéticos más propios de estos tiempos. Importantísima victoria para ver el futuro de esta Champions con mucho más optimismo antes de viajar a Moscú y para certificar que Joao Félix es un jugador distinto, y más cuando pone toda esa calidad al servicio del equipo, como hizo anoche, en Huesca o en el pirmer partido ante el Granada.