Tras la resaca de la durísima derrota por cuatro goles a dos en Alemania ante el Borussia de Dortmund, más por la imagen que por lo que supone en si caer un año más en la Uefa Champions League, Gil Marín ha comenzado un nuevo proyecto que, para la gente del Atlético, parece anodino y repetitivo.
Las cuatro patas de la mesa de la que muchas veces ha hablado diáfanamente Diego Pablo Simeone en rueda de prensa han cogido caminos diferentes, dejando la mesa completamente coja y con un futuro más negro que el traje que viste el entrenador en los partidos.
Por una parte, hay una pata de la mesa que ya no da más de si. La derrota en Dortmund, más que ser otra más que sumar a las decepciones que acumula el equipo en la Uefa Champions League (Chelsea, Juventus, Leizpig…) ha dejado claro que es absolutamente imposible que esta plantilla de más de si. La vaca ha sido exprimida por completo. No hay más leche que sacar. Esta raquítica. C’est fini.
Las causas son múltiples: Planificación deportiva nefasta, nula inversión en talento, mala gestión de los jugadores, exigencia inexistente por parte de la directiva, etc… Una lista que parece inacabable y con la que se podría escribir un libro. Crónica de una muerte anunciada, por Gil Marín.
Cuando una mesa empieza a cojear, las personas que la utilizan todos los días para su propio beneficio tratan de arreglar el problema. Es ahí, donde se toma la decisión de llevar el mueble a un ebanista o colocar un papel en la pata que cojea a modo de parche. Solución rápida y económica. La más elegida por un dueño conformista y tacaño pero poco duradera en el tiempo. Pues bien, el Atlético de Madrid no iba a ser una excepción.
Gil Marín vio la derrota y destrucción de su mesa en Dortmund desde la tranquilidad de su sofá, a la misma vez que visualizaba como 50 millones de euros entraban en su cuenta corriente procedentes de otra catástrofe del Barcelona en Europa (otro tema que nada nos incumbe). Nada importa que otra de las patas de la mesa estuviese representada en Alemania por 4000 personas que se dejaron el dinero, las vacaciones y los huevos en las gradas del Signal Iduna Park. Nada importa que tu anciana plantilla fuese absolutamente superada por su rival en el césped dejando tu actuación veraniega en el mercado de fichajes en ridículo. Y mucho menos importa que tu entrenador y máxima leyenda de la historia del club, saliese cabizbajo del estadio de regreso a Madrid. Lo mas importante de esa noche es que tu pata ha sido la agraciada con 50 millones de euros. Cuestión de prioridades.
Y así, tras la resaca donde tres de las patas fueron muy dañadas y una reforzada, ha comenzado la restructuración para que la mesa aguante en pie, aunque sea una temporada más. Evidentemente, con parches.
Lo primero de ello ha sido cobrar. Gil Marín no quiere ni una sola sorpresa en cuanto a el dinero se refiere. Lo lleva demostrando todos estos años que lleva al frente del club y una vez más ha dejado evidente cual es su prioridad: su bolsillo. De nada sirve haber llegado a cuartos de final de la máxima competición europea y la que más dinero da y, por supuesto, la alegría de clasificarse al Mundial de Club inventado por la FIFA y que le da 50 millones solo duró 90 minutos. Los que hicieron falta para que su equipo cayese fulminado ante el Borussia de Dortmund.
Ya no es que no se respete al socio del Atlético de Madrid, es que directamente se le ultraja. Mientras muchísimos de ellos estaban aguantando ver como su eterno rival le copiaba la estrategia a Simeone y en un ejercicio cholista sin precedentes vistos en Europa y lograban clasificarse para las semifinales dejando en la cuneta al mejor equipo del mundo a día de hoy y otro tanto estaba repartido por todos los aeropuertos de Europa en un triste regreso a casa, Gil Marín les estaba anunciando que les va a subir la cuota de socio (68 euros) y que les va a cobrar inminentemente. Una pata absolutamente devastada por la situación deportiva y la otra en modo recaudatorio. Cuestión de prioridades.
Para arreglar la pata de la plantilla, la estrategia a usar es un clásico en la manera de actuar de Miguel Ángel Gil Marín. Poner a redactar a todos los periodistas que siguen la actualidad del club artículos con nombres atractivos (Ya esta sonando Mosquera, Todibo, Guirassy, Wieffer), no sin antes advertir de que «tienen que dejar salir antes de entrar», para finalmente acabar otro año más sin invertir nada y trayendo a Marcos Alonso (33 años y únicamente ocho partidos en lo que llevamos de temporada). Por suerte, la afición ya no traga con este modus operandi.
Las conclusiones a las que llegamos tras la derrota de Dortmund son bastante claras a la vez que dolorosas. Mientras Simeone reflexiona que puede hacer para tratar de salir campeón con una plantilla anciana, de pésima calidad individual y en muchos casos acomodada y sin intención de acompañarle en su objetivo, Miguel Ángel Gil Marín solo piensa en como seguir aumentando su patrimonio a costa, de reducir gasto en la plantilla y hacer la mínima inversión posible para lograr el cuarto puesto en La Liga. Y si tiene que acudir a un entrenamiento a apoyar a los jugadores una vez están fuera de la pelea por los tres títulos posibles (nunca antes), lo hace. Lo importante es el dinero. Cuestión de prioridades.