Es difícil para el Atlético no rememorar el último enfrentamiento ante el Real Madrid en el Vicente Calderón cada vez que se juega ante el eterno rival. Y es que ese partido evidenció la ideosincrasia de ambos conjuntos.
Una papeleta complicada
Eran las semifinales de la UEFA Champions League 2016/17. Rojiblancos y merengues se enfrentaban por cuarta edición consecutiva desde 2014, entre ellas las dos finales de Lisboa y Milán que bien se encargó la afición vikinga de recordar con un polémico tifo (o más bien pancarta) justo antes del partido. Ese encuentro acabó 3-0 a favor con hat-trick de Cristiano Ronaldo y con el Madrid con un pie en la final de Cardiff. Es aquí cuando el Atleti demostró que era distinto. Mientras Simeone daba pie a la esperanza de la remontada en rueda de prensa posterior, los 3000 aficionados colchoneros que estaban en el Bernabéu se quedaron alentando a los suyos, cantando el himno del club de sus amores y dando a entender que no abandonarían a su equipo.
Los días previos al partido de vuelta se notaba un ambiente diferente: tanto afición como jugadores y cuerpo técnico creían en sus opciones de remontada y varios hinchas del Atleti fueron al hotel donde se encontraba la expedición rojiblanca para alentar a los suyos, dejando claro que creían y que, si las fuerzas flaqueaban, allí estarían ellos para llevarlos en volandas.
«Orgullosos de no ser como vosotros»
En el partido de vuelta, el Atleti devolvió la pulla a sus vecinos con el ya icónico «Orgullosos de no ser como vosotros», en referencia a que no solo nos importan los títulos. El Calderón era una caldera, los jugadores salieron al mil por cien para intentar la remontada, la afición no paraba de animar y todo el mundo creía. Era el caldo de cultivo perfecto para una noche memorable.
Apisonadora atlética
La primera parte solo tuvo color rojiblanco. Los pupilos de Simeone abasallaron y abrumaron a base de intensidad, fe y fútbol a un Madrid que no esperaba semejante vendaval pese a la ocasión inicial de Varane. Y es que en el minuto 10, un córner sacado por Koke y remachado a la red por Saúl ponía el 1-0 en el partido y aumentaba, aún más si cabe, la opción de remontada que ya se empezó a visualizar como algo real tras el penalti de Griezmann. 2-0 en el minuto 20, el Madrid atenazado, el Atleti más crecido que nunca y a un solo gol de empatar la eliminatoria. Demasiado perfecto para ser verdad.
Un gato rompió el sueño
Y es que nunca hay que dar por muerto a ningún equipo en la Copa de Europa y mucho menos a uno como el Madrid. Una jugada de ensueño de Benzema en línea de fondo sirvió para que Kroos rematase con el interior. Oblak detuvo el disparo, pero Isco recogió el rechace y prácticamente sentenció la eliminatoria, tres goles ante el que en aquel momento se consideraba el mejor equipo del mundo. Pese a esto, el Atleti no dejó de intentarlo en ningún momento. Keylor Navas tuvo que vestirse de héroe en múltiples ocasiones para frenar los ataques rojiblancos. Los rojiblancos no dejaron de intentarlo en ningún momento y eso, su afición, lo notó.
Llanto de orgullo
Dicen que es imposible que los lugares lloren, pero eso fue lo que hizo el Calderón esa noche en aquel Atlético- Real Madrid. Una lluvia torrencial se desató en el Manzanares, despidiéndose del que fue su equipo y su afición durante más de 50 años y, mientras que los supuestos ganadores de la noche no hicieron más que resguardarse de la tormenta de manera fría y distante, allí estaba la hinchada rojiblanca, celebrando, cantando y llorando de orgullo por cómo sus guerreros se dejaron la vida defendiendo su escudo, porque el mayor de los títulos es ser del Atleti. 55.000 gargantas alentaron al Atleti incluso tras acabar el partido, con una tromba de agua sobre ellos y con lágrimas en los ojos, en parte de tristeza por la eliminación, pero llenas de orgullo de su equipo, de su hinchada y de su hogar. Ellos lo tienen todo, nosotros lo que les falta y eso fue lo que se vio aquel 10 de mayo de 2017 en el Estadio Vicente Calderón.