REPORTAJE. Corría un 20 de Mayo en la capital de España. Era día grande de la ciudad, había derbi y de Champions League. Unas semifinales que parecían sentenciadas por el 3-0 en la ida a favor del conjunto adinerado de Madrid. Todos lo daban por hecho y daban por muerto a un equipo que nunca deja de creer y a una gente que nunca deja de soñar en lo imposible.
Durante los días previos al encuentro el ambiente se caldeaba. Los acérrimos aficionados colchoneros se revelaban ante lo establecido como buenos hinchas revolucionarios que son. La provocación del club del «señorío» en la ida solo era un motivo más para hacer del Calderón una de las mayores calderas jamás vistas en la Champions League. Una oportunidad de oro para enseñarle al mundo que el Atlético de Madrid es diferente. Los días pasaban y cada vez estaba más cerca. La gente se movilizaba mediante mensajes emocionales, se recibía a los futbolistas como héroes pese a la derrota, era momento de animar, no de criticar y bien que lo hicieron los aficionados rojiblancos. La rivalidad del Atleti hacia el Real Madrid era más fuerte que nunca, hasta desde el club se enviaban mensajes en contra del conjunto de la castellana.
Llegaba el día. Una previa descomunal para preparar la voz de la mejor manera. Fue más recordada por las constantes cargas policiales pero prefiero quedarme con lo positivo y con lo bien que lo pasamos todos los presentes en esas horas pre-derbi. Un espectáculo precioso. El partido iba empezar y la grada estaba tremendamente linda, repleta de rojiblanco en una noche plácida. Se desplegaba un tifo precioso y para la historia. Ese «Orgullos de no ser como vosotros» era solo un gran preludio a lo que iba a suceder en la gloriosa grada del mítico Vicente Calderón. Un recuerdo para contar a las futuras generaciones rojiblancas. Con el mosaico desplegado y el himno cantado a capela por todo el estadio el que no estuviera motivado se puso a mil en cero coma. La grada temblaba, el rugir de las 55 mil almas intimidaba al rival. El Atlético de Madrid salía con una intensidad tremenda, pocas veces he visto a un conjunto morder tanto. Pronto llegaría el gol, un remate de Saúl en la salida de un córner ponía el primero en el luminoso. La gente creía más que nunca. El Calderón se caía, literalmente. Estaban en el infierno, los cánticos no habían parado de resonar desde el minuto uno.
La gente no paraba, se volcaba cada vez más con sus futbolistas porque les veían morir en la cancha. Lo que un aficionado colchonero más le «pone» ver en el césped. Con el apretón de la grada iba a llegar el segundo desde los 11 metros. Un penalti lanzado en semifallo que causaba la locura extrema en los hinchas. Es indescriptible la sensación que pudimos vivir, en mi vida había visto el estadio del Atleti de esta manera. Ver a los aficionados más mayores en pie cantando como si fueran chavales de 20 años con su bufanda al aire es lo más emotivo que un loco del Atlético de Madrid puede vivir en su casa. Todos alucinábamos con ese rugir constante que estábamos formando con nuestro grito al cielo. Unos 30 minutos para la historia.
El equipo no dejaría de insistir pero era muy difícil aguantar y no pudo dejar la portería a cero en la primera parte. Las opciones de la remontada se desvanecían pero el espectáculo de la hinchada seguía, lo mejor aún estaba por llegar. Esos últimos diez minutos bajo la lluvia son una oda para definir lo que es el Atlético de Madrid. Unos hechos que marcan diferencias entre los hinchas del Atleti y los espectadores del Madrid. Un diluvio caía en la capital, mientras los blancos se ponían el chubasquero, las 55 mil almas rojiblancas gritaban como nunca el «Te quiero Atleti». Todos saltando bajo la lluvia, desde el más pequeño al más mayor. Nadie huía, nadie quería dejar solo a su equipo. Todos querían dejar su huella en la historia del club de la Ribera del Manzanares. Más orgullosos que nunca cantaban en el diluvio al ritmo de «Somos ultras del Atleti, nadie nos podrá parar». Se pitaba el final y todos a una agradecían el esfuerzo entontando el himno que tanto nos gusta, los futbolistas agradecían lo vivido mientras alucinaban con lo que habían demostrado sus aficionados.
Caímos eliminados pero el que estuvo presente salió más feliz que nunca y más orgulloso de ser atlético. Para muchos el mejor momento que hemos vivido en un campo de fútbol y con el Atleti. Esa eliminación fue la más bonita de las victorias, la de la gente, de esas que marcan diferencias.