José Luis Aragonés Suárez dicho así, a secas, puede que no nos diga nada, que sea el nombre completo de una persona cualquiera, como tantas otras con las que nos cruzamos en nuestro día a día. Sin embargo, hablar de, Luis o Zapatones, que es como le gustaba que le llamaran, es hablar de 368 partidos oficiales vistiendo una camiseta roja y blanca, de 172 goles, 3 Ligas y 2 Copas del Generalísimo con esa misma camiseta. Es hablar de 695 partidos como entrenador en ese mismo banquillo. De 1 Liga, 4 Copas del Rey, 1 Supercopa de España y 1 Copa Intercontinental, su primer título como entrenador en 1975. Esa que tendría que haber levantado como campeón de Europa gracias a un magistral gol suyo de falta directa en Heysel, ante un todopoderoso Bayern de Munich plagado de internacionales que, meses después, serían campeones del mundo.
Hablar de José Luis Aragonés Suárez, de Luis, así sin más, o de Zapatones es hablar del Atlético de Madrid. No se puede entender la historia del uno sin el otro, ni del otro sin el uno. Porque Luis no estuvo solamente en el Atlético de Madrid, ni como jugador ni como entrenador, pero incluso en esos paréntesis en los que él no estaba físicamente, seguía con nosotros. Como cuando al poco de empezar la temporada 86-87 tuvo que dejar el puesto de entrenador por enfermedad. O como cuando era entrenador del equipo que certificó aquel fatídico descenso en la 99-00, triste y mirando al suelo mientras su equipo celebraba la victoria. O como ahora, que se acaban de cumplir 5 años desde que sigue los éxitos de su equipo del alma desde el tercer anfiteatro. Está. Siempre estará ahí. Él y su «ganar, ganar, ganar y volver a ganar». Su «míreme a los ojitos». Su «máteme, pero no mienta» o su clase magistral explicando la diferencia entre un corte de manga o una peineta.
Hablar de Luis es hablar de un sinfín de tardes de radio, con Héctor del Mar de fondo, narrando los goles que marcaba de jugador, siendo incluso Pichici en la temporada 69-70, o los que ayudaba a conseguir desde el banquillo.
Hablar de Luis es hablar de su puño en alto después de marcarle 3 goles (no creo que le gustara eso de hat trick) al Cagliari en la Copa de Europa, aquel 5 de noviembre de 1970, remontando el 2-1 adverso de la ida. O de verle apartando con aspavientos a los reporteros gráficos de la zona de banquillos poco antes de certificar el pase a la final de la Recopa de 1986 en Uerdingen.
Hablar de Zapatones es hablar del único que tuvo las narices de coger a Jesús Gil de la pechera y zarandearle después de que éste le echara, con alevosía, poco después de acceder a la presidencia del club. Después de perder injustamente por penaltis una final de Copa del Rey en la Romareda, ante la Real Sociedad, después de haber sido atracados por Ramos Marcos.
Hablar de Luis es dejar de lado la posibilidad de jugar la Champions, siendo entrenador del Mallorca, para entrenar al Atleti en Segunda y subirle a Primera. Es hablar de Wallace (sic) y de pasear por las calles de Madrid junto a Fernando Torres con una bandera del Atleti después de haber ganado la Eurocopa de 2008.
Hablar de Luis es hablar del Rastro. De Cascorro y de Embajadores. De ribera del Manzanares. De Paseo de los Melancólicos. Tú con nosotros. Nosotros, contigo. Por siempre y para siempre, Zapatones.