Ya hace más de tres años después de un partido de ida muy disputado en el Camp Nou, el Atlético de Madrid y su gente estaban en una nube para enfrentarse en el partido de vuelta al FC Barcelona en los cuartos de final de la Champions League. La era Simeone en pleno auge, peleando por la Liga y con la oportunidad histórica de seguir avanzando en la máxima competición europea muchos años después, todos los rojiblancos estábamos en una nube, no asimilábamos donde nos encontrábamos y la generación más joven de atléticos estaban ante el partido más importante y más bonito que habían visto en la Ribera del Manzanares.
La llegada al estadio fue anticipada, como es habitual en la previa de partidos importantes, multitud de gente se agolpaba en los aledaños con una ilusión tremenda de volver a las semifinales de la Champions y con las esperanzas intactas tras un gran resultado de ida en el Camp Nou con un majestuoso gol de Diego Ribas. La afición cantaba en los aledaños al grito de “Te quiero Atleti Lololo”, disfrutando lo vivido, asimilando la realidad y soñando en la gesta nos encontrábamos todos antes de entrar al estadio. Al subir por las escaleras hacia la grada se palpaba algo diferente, se palpaba la ilusión en los rostros de los aficionados, se palpaba la ilusión con la que un padre explicaba a su hijo que años atrás vio al Atleti en una situación parecida. Algo bonito, difícil de explicar a alguien que no estuvo en la cancha esa bonita noche. Todo esto se plasmaba en la animación dentro del estadio, desde el calentamiento los jugadores estaban protegidos por las notas de voz de sus fieles que ponían el espectáculo en un graderío que relucía más bonito que nunca. Cuando sonaba el himno de la Champions un bonito tifo se mostraba en las gradas del Calderón, con el lema de Luis Aragonés “Ganar , ganar y volver a ganar” se afrontaba el partido. Al grito de “Luis Aragonés, Luis Aragonés” y su lema plasmado en la grada la atmósfera era espectacular, insuperable e inolvidable.
Al empezar el encuentro las voces rojiblancos seguían resonando en Madrid, el equipo acompañaba en ello. El inicio de los rojiblancos fue fulgurante, una presión perfecta, una intensidad que rozaba lo desmesurado y una pasión como la de cualquier hincha rojiblanco que estaba viviendo el encuentro. El Barcelona abrumado, asustado y el Atleti llegaba hacia la portería de Pinto. Primero un palo de Villa que ya encendía por completo al graderío, en una de estas llegadas la peinaría Adrián de cabeza para que Koke la empujara en la portería blaugrana. Se desataba la locura, la gente entraba en éxtasis, el Cholo clamaba al cielo del subidón y los jugadores lo veían más posible que nunca. Todo era digno de estudio, la comunión era perfecta y el sueño de volver a la semifinal estaba cada vez más cerca.
Tras el gol el Atleti bajaría la presión y el Barcelona se adueñaría de la posesión del balón, así sería desde el minuto 25 hasta el final del partido. Quedaba aguantar, tarea difícil pero no imposible. La gente seguía volcada y los decibelios subían a cada minuto que pasaba, entre el aliento del hincha y el coraje y corazón de los gladiadores colchoneros el sueño estaba cerca. Los revulsivos dieron efecto, la entrada del Cebolla y Diego aportaron más vida a los de Simeone. El Barcelona en ningún momento creo un aluvión de ocasiones, un par de Messi que paraba el cerrojo belga y poco más, el muro rojiblanco era infranqueable.
Con el pito final la gente se desataba, bufandas al aire y tocaba agradecer a sus futbolistas lo vivido, por su parte los futbolistas, sin bufandas, agradecían a sus hinchas el aliento providencial que les habían otorgado durante todo el duelo. El Atleti era de semifinales de Champions League muchos años después, un servidor no se lo creía, seguía sin contemplar la realidad y le parecía todo un sueño del que no quería despertarse. Una noche histórica que jamás se podrá olvidar para todo hincha rojiblanco en el cual “esos colores van con su forma de ser”