Otro momento mágico más vivido en el Calderón, otro momento que se queda en la videoteca del atlético llamado retina, y es de los que con más orgullo se guarda. Realmente que momento no tenemos guardado con orgullo del Vicente Calderón al que tanto vamos a añorar, subir por ese vomitorio y ver a tu izquierda el ramo de flores que coloca Margarita por Pantic, junto a ese ramo, el Frente cantando. A tu derecha ver a miles y miles de aficionados desde los más pequeños hasta los que recién les han dado la insignia de 65 años de socios. Ver a esos aficionados con las bufandas rojiblancas en el cielo cantando el himno a capela, hace que solo de recordar tantos momentos de esos, se me ponga la piel de gallina y me emocione, porque como dijo el Cholo, este sentimiento es único, y sí este sentimiento es inigualable y para toda la vida.
Montado en la nave rumbo a la videoteca, me paro en el año 2014 cuando estos jugadores defendían la rojiblanca con tanto ímpetu que volvieron a pintar la capital, una noche más, de rojiblanco. Madrid volvía a ser rojiblanca. Tras ganar la Liga el Atlético de Madrid en el Camp Nou con un cabezazo esplendido del Faraón Diego Godín, el Atleti tendría que enfrentarse al eterno rival, al Real Madrid, después de que estos ganaran la Copa – ese año la Copa de su Majestad el Rey sí era un trofeo importante- tendrían que enfrentarse los dos a doble partido por la supercopa de España. Tras el 1-1 del Bernabéu tocaba viajar al Estadio Vicente Calderón.
Lo recuerdo como la noche más mágica del Calderón en la que yo he estado presente. Llámalo casualidad pero justamente ese día fue mi cumpleaños, y no pudieron hacerme mejor regalo. Todavía cantando el himno, Moyá se disponía a poner el balón en juego, balón que peleaba Mandzukic con Varane de cabeza que termina bajando Antoine Griezmann que prolonga de cabeza para el croata, este la pega según le viene cruzado y… Gol, yo exaltado de alegría, con lágrimas en los ojos, saltando abrazado a mi hermano, mirando al cielo porque iba dedicado a ti abuelo, pero quedaba mucho partido. Durante todo el partido, y perdonen por la expresión, a cada jugada del Real Madrid se me ponían los testículos de corbata, pero por otra parte siempre tenía esa confianza en vosotros, en qué esa copa no solo me la ibais a regalar a mi si no ha cada una de las personas que nos estábamos dejando la garganta, como en cada partido, por vosotros, por vuestro coraje, por vuestra valía, por tus rayas rojas y blancas Atlético de Madrid.
Y llego el sonido más fino y dulce de toda la noche, el pitido final, todos nos abrazamos con la gran familia atlética que somos, aunque al de arriba o al lado no conocieras de nada, en ese momento perfectamente podía ser tu nuevo hermano, padre, hijo incluso abuelo, daba igual, éramos la Gran Familia Rojiblanca, y no puedo estar más orgulloso de ello. Sin lugar a dudas fue y ha sido el mejor día de mi vida, mi momento favorito vivido en el Calderón. No puedo concluir el artículo sin antes dar las gracias, a mi hermano, David, y a mi abuelo, Pedro, por inculcarme estos colores, por grabarme estas rayas rojas y blancas en el corazón, porque del Atleti se nace si tienes unos buenos inculcadores del sentimiento al lado, gracias. Y gracias a ti, club Atlético de Madrid, por enseñarme esos valores de que nunca hay que dejar de creer, de no abandonar nunca a los tuyoss, de que el camino no es fácil. Gracias de corazón. Y recuerden este artículo tampoco lo podrán entender. ¡Aúpa Atleti!