REPORTAJE // Como suele ser habitual, Correa llegó y besó el santo. El pasado fin de semana, frente al Sporting de Gijón dio el pase de gol a Torres (otro supletente goleador) y hoy, en apenas un minuto de juego y dos toques de balón, hizo el tanto del empate en el Camp Nou. Un banquillo de oro con el que cuenta Simeone, que le está ofreciendo competencia interna y problemas, pero benditos problemas, a la hora de elegir.
Muchos son los nombres; Gaitán, Fernando Torres, Augusto, Thomas, Vrsaljko, pero hoy el epicentro de todos es el de Ángel Correa, un Ángel de oro para el técnico argentino. El joven jugador ha vuelto ha hacer de las sueñas, en un estadio imponente para muchos jugadores, pero no para él. Revulsivo como pocos en todos los encuentros y en la noche del miércoles al jueves, no iba a ser menos. Un gol que valió el empate, pero que apenas había tocado dos veces el esférico, que diamante en bruto por pulir se tiene en la Ribera del Manzanares.
Señores, revulsivo no es un adjetivo cualquiera para el argentino, lo lleva impregnado en el ADN. Correa ha anotado como suplente todos los goles que lleva con el Atlético en Liga, es decir, un total de 7. Pero es que, en los 8 encuentros en los que partió de titular, no anotó ningún tanto. Algo extraño para un joven con una calidad indefinible, pero así es, parece que le gusta más salir desde el banquillo.
Definanlo como quieran; perla, diamante en bruto, el revulsivo… pero yo me quedo con uno, el ÁNGEL DE ORO. Un Ángel caído del cielo, pese a todo lo que pasó, Simeone le quiso por cosas como estas, y parece que el Ángel comienza a desplegar las alas, que serán muy pero que muy grandes…